Durante siglos, las mujeres chinas han visto el colágeno, una proteína que mantiene unidos los tejidos de los peces y los mamíferos, como una fuente de juventud y los consumen de forma cotidiana en alimentos como patas de cerdo, aletas de tiburón y piel de burro con la esperanza de suavizar la piel arrugada y preservar las articulaciones envejecidas. En los Estados Unidos, el colágeno se hizo más conocido en la década de 1980 en forma de un relleno inyectable muy costoso para los labios y para suavizar las líneas de la cara. Pero en los últimos años, a medida que las compañías han ideado formas más apetitosas de tomarlo (incluidos los smoothies con sabor a fruta, las limonadas y las cremas de café con sabor a vainilla), el colágeno comestible comenzó a captar cada vez más la atención de los consumidores.

Los avales de Instagram de celebridades como Kourtney Kardashian (que comienza su día con una bebida de colágeno caliente) no ha hecho más que aumentar la popularidad del colágeno. Además, gracias a una pequeña pero creciente evidencia que sugiere que puede mejorar la piel, aliviar los síntomas de la artritis, promover la curación de heridas y evitar el desgaste muscular, los antiguos escépticos en el campo médico también están comenzando a aparecer. En 2020, solo en los Estados Unidos, se espera que los consumidores gasten $ 293 millones en suplementos de colágeno, en comparación con solo $ 50 millones en 2014, según la firma de investigación de mercado Nutrition Business Journal. A nivel mundial, a medida que el colágeno llegue a más alimentos y bebidas, tópicos e incluso a la sala de operaciones, se proyecta que el mercado alcance los $ 6.5 mil millones de dólares para 2025.